Angel de
Plaza de Toros de Valencia. Domingo 20 de julio. 3ª de Feria. Un tercio de plaza. Se han lidiado cuatro toros de Marqués de Domecq, uno de Lagunajanda (5º bis) y uno de Casa Domecq (6º) desiguales de presentación. 1º parado y deslucido. 2º y 3º con clase y nobles aunque flojos. 4º parado y deslucido. 5º complicado y con transmisión. 6º incierto y complicado
Víctor Manuel Blázquez, silencio y silencio.
Ángel de
José Calvo, saludos tras aviso y silencio tras aviso.
Valencia (Esp.).- Una vez más la suerte les fue esquiva a los toreros valencianos que abrieron el ciclo de festejos mayores en esta Feria de Julio. Una auténtica lástima porque después de ver torear a Ángel de
El primer encierro lidiado en este ciclo juliano, terminó siendo un muestrario de toros de diversos hierros al anunciado ya que sólo se lidiaron cuatro astados, desiguales de presentación, pertenecientes a tan legendario hierro del Marqués, siendo completados con uno de Lagunajanda, sobrero corrido en quinto lugar y otro de Casa Domecq que cerró la tarde-noche valenciana con peligro en sus embestida. Flojos en líneas generales los toros del Marqués de Domecq, fueron parados el primero y el cuarto sin dejar opción prácticamente a lucimiento alguno, y resultaron de mayor movilidad y transmisión el segundo y tercero del mismo hierro, a la postre, los dos únicos astados que posibilitaron ver el toreo en estado puro salido de las muñecas de Calvo y en distinto tono pero con gran clasicismo, el firmado por de la Rosa
Precisamente fue Ángel de
Quien también tuvo en sus manos el triunfo y lo emborronó por el mal manejo del acero en el segundo de la tarde fue José Calvo. Él fue quien firmó el toreo más rotundo, lleno de sentimiento, entrega, buen trazo y pureza de la tarde, al romperse a torear sobre el pitón izquierdo en varias tandas al natural de gran torería. Se olvidó de todo y con uno de los pocos toros que sirvió, hilvanó el mejor trasteo, en lo artístico, de toda la tarde. Faena llena de mando, clarividencia para estar de delante de la cara del toro y convicción de triunfo, que hizo que cuajase también varias tandas en redondo llenas de enjundia y toreo del caro. El pero, imperdonable después de este breve pero intenso trasteo, vino con el pésimo manejo de la espada que dio al traste con cualquier posibilidad de triunfo en forma de trofeo. Y después, con el cerró plaza, volvió a demostrar su vocación torera jugándose el tipo con un toro incierto, mirón, conocedor de lo que se dejaba detrás de la muleta y que de manera aviesa siempre lo estaba midiendo. A pesar de ello, Calvo no le volvió la cara, le plantó batalla y logró cuajar algunos muletazos por ambos pitones llenos de verdad, buen toreo, temple y autenticidad. Emoción en estado puro donde volvió a derrochar firmeza, metiéndose entre los pitones e instrumentando tandas -de nuevo- por naturales de mucha calidad. Esta vez mató de una estocada entera pero el toro tardó en caer, lo que enfrió al público a la hora de solicitar algún trofeo.