Miércoles 23 de julio (6ª de abono)

Puerta grande para un Cayetano pletórico y entregado


PLaza de Toros de Valencia. Miércoles 23 de julio. 6ª de Feria. Lleno. Toros de Zalduendo, bien presentados en conjunto y justos de raza y fuerza salvo 5º y 6º, con movilidad y calidad en las telas. El banderillero Curro Molina, de la cuadrilla de Sebastián Castella, se desmonteró tras parear al quinto toro.

Enrique Ponce, silencio en ambos.
Sebastián Castella, silencio tras aviso y oreja.
Cayetano, silencio tras aviso y dos orejas tras aviso

Valencia (Esp.).- Con la tarde casi vencida y después de ver como cortaba un trofeo Sebastián Castella en el quinto tras una actuación importante y firme, Cayetano Rivera salió a recibir al que cerraba plaza arreado, fibroso, con ganas de dar la vuelta a una tarde sombría y de poco arte, que no se le podía escapar.

Y convencido de sus posibilidades, hincó la rodilla -como lo hacía el gran Ordóñez- en el suelo y jugando los brazos con señorío y sentimiento, acompasó la embestida del toro de Zalduendo cuajando un vistoso ramillete de verónicas rematadas en el centro del ruedo con una larga cambiada torera y muy templada. Esa fue su declaración de intenciones que hicieron que un publico, rendido a él y sus encantos, le tributara una cerrada ovación. Cayetano asumió a partir de ahí la lidia completa del astado, y con total autoridad fue dándole al codicioso y noble toro, todo lo que éste pedía creciendo en intensidad la obra conforme avanzaba la lidia. Tras brindar la muerte del astado al Soro, comenzó rodillas en tierra un trasteo intenso de más a más. Faena en la que desarrolló un concepto del toreo puro y ortodoxo, moviéndose fiel a sus genes entre el toreo de Ordóñez y la entrega, valentía y el pundonor de Paquirri. Muletazos citando de frente, con la muleta por delante y en la larga distancia, para lucir la embestida del animal, se hilvanaban con pases en redondo de buen trazo, mano baja, temple y ritmo. No regateó esfuerzos a la hora de crear espectáculo con el toro y belleza en su interpretación del toreo, logrando a medida que avanzaba la faena una conexión perfecta entre él, el toro y un publico entregado. Si lucidas fueron las tandas sobre la diestra, al natural también logró pasajes de plasticidad pura y ortodoxa en la que enfrontilado y con la muleta por delante intentó siempre enganchar al toro del hocico y llevarlo hasta la cadera rematando detrás. En ocasiones pudo hacerlo así y en otras quedó en un intento, pero el toreo, no lo olviden los más puros, es también pasión y hoy, en Valencia y después de un festejo aburrido hasta el quinto de la tarde, el publico soltó su pasión y malhumor por lo que había sufrido hasta el momento y optó por emocionarse ante uno de sus ídolos. Cayetano fue listo en esto, y dio una lección del dominio de la escena y del ambiente, dando a todos, lo que en su momento querían. Su entrega en busca de la puerta grande llegó a tal grado que hasta cuando el toro extenuado no embistió, optó por un arrimón entre los pitones redondeando una faena completa y compacta ante un buen toro de Fernando Domecq. El cierre de faena con pases de la firma cerrándose en tablas fueron carteles de toros llenos de temple y después la estocada, derechito como una vela para lograr el doble trofeo. Puerta Grande y una más de las importantes de España, en el esportón de la temporada.

Con el tercero, el zapatito que se coló de rondón entre los seis toros a lidiar muy bonito de hechuras pero que apenas dio en báscula 475 Kg. logró un trasteo insulso, carente de emoción y fondo, a pesar de que el astado se desplazó con franqueza y largura en los primeros compases de su lidia. En la muleta, el torero madrileño hilvanó varias series pulcras y trazadas en línea sin agobiar al toro sobre la mano derecha, que no llegaron al público por la falta de transmisión del de Zalduendo quedando en tono menor su actuación.

Quien también dio una dimensión importante durante esta tarde, con un lote de toros manejable, fue el francés Sebastián Castella. Él fue el auténtico artífice que encarriló el triunfo de Cayetano predisponiendo al público para el triunfo, con una buena actuación ante el otro toro que sirvió, el quinto. Con éste, Sebastián Castella lo lidió de salida con temple, mano baja y suavidad en las muñecas que descubrieron el buen fondo noble y con clase del animal. A más el toro durante el segundo tercio, en el que se desmonteCurro Molina, el diestro luso comenzó su faena con pases cambiados en el centro del ruedo poderosos, vibrantes y entregados que dieron paso a varias tandas en redondo llenas de temple, dominio de las distancias, las alturas de los engaños y del toro. Codicioso como fue el de Domecq, poco a poco cuajó un trasteo lleno de sentimiento en el que llegó a gustarse sobre todo con la diestra. También lo intentó después al natural y lo logró, componiendo una faena completa por ambos pitones con momentos de toreo que alcanzaron cotas artísticas muy altas. Cuando se acabó el toro, optó por el arrimón metiendo miedo al respetable en un control absoluto de la escena y de la faena, redondeando así una actuación muy interesante y templadamente poderosa que fue premiada con la oreja. Con el primero de su lote, fue otro cantar. Más flojo que el quinto, también tuvo nobleza y clase, lo que sirvió para que el diestro cuajara una faena cimentada en la exposición, la valentía y la serena entrega. Parado como acabó el toro remató su obra con el toreo de cercanías y un pésimo manejo de la espada.

Finalmente el más veterano, Enrique Ponce, no tuvo opción alguna durante toda la tarde. Ante un toro flojo, parado y deslucido, protestado también de salida, el diestro no se complicó y abrevió la faena, lo que la gente le recriminó. Y con el cuarto, uno de los toros más cuajados de todos los lidiados, nada pudo hacer. Tesonero y esforzado trató de robar muletazos y ligar pases en redondo sin cobrar relieve su actuación por la endeblez y sosería del animal.

Texto : Alfonso Sanfelíu