Lunes 21 de julio (4ª de abono)

Oreja para César Jiménez y Talavante en el cuarto festejo de feria

Plaza de Toros de Valencia. Lunes 21 de julio. 4ª de Feria. Media plaza. Toros de El Torero, desiguales de presentación, nobles y con clase aunque justos de fuerza y parados en el último tercio.

Vicente Barrera, ovación con saludos tras aviso y silencio.
César Jiménez, ovación con saludos tras aviso y oreja.
Al
ejandro Talavante, oreja tras aviso y ovación con saludos

Valencia (Esp.).- El diestro madrileño César Jiménez volvió a uno de sus feudos predilectos como es la plaza de toros valenciana dispuesto a remontar su temporada y reeditar triunfos anteriores ante una afición que desde siempre lo ha querido. Y así lo demostró desde que se abrió de capa en el recibo al segundo de la tarde hasta que recogió -en medio de una ovación- la oreja del quinto del festejo. Por medio dos faenas de distinto metraje y corte, que refrendaron el resurgir de un torero que lejos de lo que en ocasiones se ha hablado de él, todavía sigue vivo en la temporada y puede dar alguna que otra alegría a la afición de seguir manteniendo el nivel de entrega que demostró en esta cuarta de feria.

Con ambición recibió al segundo de la tarde por verónicas ganándole el terreno con temple, tempo y calma. Y con arrojo, descaro y entrega comenzó la faena en los medios de rodillas citando al toro de largo y cuidando de su embestida por la endeblez del animal. Trasteo de menos a más toreando con un corte muy clásico y luciendo a su oponente de manera generosa, pues el de Domecq tuvo clase y nobleza a raudales lo que posibilitó ver al madrileño roto toreando al natural. La faena comenzó a tomar vuelo según se sucedían las series, logrando los momentos de mayor pureza, redondez y brillantez con las tandas sobre la siniestra templadas, llenas de sentimiento, transmisión y gusto que rindieron a la afición ante Jiménez. Una labor completa por ambos pitones, en las que resaltó el compromiso de triunfo del matador así como su concepto del toreo, atornillado a la arena, enganchando al toro adelante y llevándolo con mimo y tempo hasta la cadera. Incomprensiblemente falló con la espada por precipitarse en el primer encuentro y después, lo echó todo a perder con un pésimo uso del descabello. Sin duda se le escapó un triunfo importante por ese error a espadas. El quinto fue otro noble toro de Domecq aunque venido a menos durante el trasteo. Salió Jiménez a triunfar por todos los medios posibles después de escapársele los trofeos en el anterior toro y con éste, planteó una faena inteligente en la que aprovechó el ímpetu del animal en los primeros compases del trasteo para llevarlo largo, con temple, mano baja y entrega sobre la diestra en muletazos largos y vibrantes. De igual modo se lució al natural aunque con menor intensidad que la lograda con el segundo del festejo. Después, apagado el toro, parado y más tardo, se metió entre los pitones con valentía dándose un arrimón en busca del triunfo. La autenticidad con la que se mostró ante el toro mereció el reconocimiento del público que no quiso ver la estocada defectuosa y premió su actuación -en conjunto- con un trofeo y petición del segundo.

El otro triunfador de la tarde fue el pacense Alejandro Talavante. Paseó una oreja del tercero del festejo después de lograr -ante un toro que repetía con codicia y embestía con mucha nobleza y clase- una faena muy larga por ambos pitones, cimentada sobre la entrega. Faena de altibajos, con momentos de belleza en el toreo en redondo y también al natural, si bien le faltó transmisión tanto por parte del toro como del diestro para que la obra adquiriese mayores cotas artísticas. Después de aprovechar las embestidas más repetidoras, en la primera parte del trasteo, el matador acabó entre los pitones buscando el arrimón y con él, el triunfo. Mató de una estocada entera y a él fue a parar la primera oreja de la tarde. Ante el que cerró plaza, más parado y con poca transmisión, el extremeño acortó distancias muy pronto, planteando una faena en la que toreó muy quieto y firme aunque sin apenas sensación de peligro. Remató de una estocada entera al primer intento pidiéndosele la oreja que finalmente no se le concedió.

Y el valenciano Vicente Barrera, que abría cartel, también estuvo muy próximo a triunfar en el primero de la tarde tras firmar una faena en la que estuvo poderoso y templado. El de Domecq, flojo pero noble, fue cuidado por Barrera en todo momento toreándolo a media altura para evitar que perdiese las manos, y logrando los mayores momentos de brillantez en varias tandas por el pitón derecho. El mal manejo de la espada, al precipitarse al entrar a matar, le privó del trofeo. Con el cuarto, también noble y con clase, cuajó una faena con altibajos que nunca terminó de cobrar relieve pese a su disposición e insistencia. Trasteo de largo metraje e intermitencias, en las que el comportamiento final del toro, deslucido, acabó con cualquier posibilidad de triunfo del valenciano en su plaza.
Texto : Alfonso Sanfelíu